Como sostener (por un tiempo) la eternidad
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Es eso. Es estar en un lugar y en otro, en un tiempo y en otro.

La simultaneidad es un estado de catástrofe constante. Somos un punto que se replica sobre una superficie que todo abarca. Tenemos posible consciencia de cada cosa que ocurre en cada lugar: un poder nunca antes nuestro.

La catástrofe ha dejado de percibirse como tal en el momento justo en que se hizo posible. Hemos cedido a la omnipresencia como si siempre hubiese sido nuestra fracturando una relación arcaica entre espacio y tiempo.

Es éste el lugar desde el que Ezequiel trabaja: se inmiscuye entre intersticios apenas visibles para rescatar las sobras de un presente que (¿naturalmente?) dejó de ser. Busca, meticuloso, sus señales más débiles para manipular y reordenarlo a piacere.

Hay, en esto, argumentos ineludibles: el gozo sobre los despojos de lo inaccesible, la constricción de ese algo que parecía estar en otro lugar, la inconsciente apropiación de lo que se suponía improbable: como sostener (por un tiempo) la eternidad.

Sus acciones se basan en estrategias de guerras milenarias. Reta, incesante, a todo principio basado en la constancia. Destruye estructuras demostradas. Poetiza sobre los días que se deshacen para volver a ser. Destierra ideas terminantes. Regresa a lo mismo, una y otra vez. Indaga sobre todo, sobre el porqué de la existencia, sobre esas manchas que parecen huellas, sobre las diferencias entre un lunes y otro.

A nuestro favor, Ezequiel insiste en elaborar argumentos absurdos que sirvan para mantenernos aquí, ahora.

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Javier Soria Vázquez
Curador de la muestra
Tucumán, Octubre 2016.

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Links a las obras referidas en el texto: Cielo | Conversaciones