Nonstop
(Tiempo maquinal)
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¿Qué es el tiempo? ¿Posee forma? ¿Puede representarse? Éstas y otras preguntas sobrevuelan una sala donde el exceso no fue invitado. La austeridad es patente y todo se escatimó, como si se pretendiera abordar el silencio primordial, o la nada misma. Quien ingresa a la muestra observará un mándala de relojes depositado en el suelo, y en cada uno de ellos leerá la palabra latina “Circumvolare”, que traducida significa “volar en círculos”. En una pared hay imágenes secuenciales de una persona cayendo; están quirúrgicamente impresas sobre tela de paracaídas. No son figuraciones definidas; más bien están desenfocadas, lo cual las vuelve más sugerentes y desconcertantes.

La síntesis y lo mínimo pueblan cada palmo que se observe. Todo fue cuidadosamente pergeñado, incluso las dimensiones, que son propias a la liturgia del caos. En otra parte se divisan globos de colores sobre sillas blancas: remiten al desprendimiento y al infierno afincado en el mundo. Son la levedad misma, y la profundidad de una existencia hecha añicos. El suspenso les es común, y cierra un rosario de temas que asocian, a través de círculos y circularidades, cuestiones como la humanidad o la intemperie. Montero Swinnen revisó nuestra sangre, pero de una manera diferente a lo acostumbrado. Se embriagó de tiempo para luego quedar desnudo; abandonó el mundo y lo que hay en él. Hizo la de Zaratustra, como si todo artista fuera un animal alado a medio camino entre la diafanidad y la tormenta.

En verdad poco importa la forma que pudiera darse al tiempo, incluso de nada vale responder la primera pregunta formulada. Sí importa la sensación de destrozo que nos invade cuando estamos ante la condición cíclica del mundo. Y uno quiere creer en la Historia, el cambio y la utopía. Pero a poco de ver lo que existe, el deseo de “ser otro” es creciente. De “ser otro” o de ser una cosa. Y eso es quizá lo que en verdad seamos. Cosas en un tiempo que no es fluido pero si maquinal. Cosas en un eterno retorno, tan salvaje como civilizado.

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Miguel Ángel Rodríguez
Crítico de Arte
para Ramona
Buenos Aires, Argentina. Abril 2011.